viernes, 18 de enero de 2013

Aprendiendo: Capitulo 35


Disclaimer:The hunger games no me pertenece.

El tiempo pasaba volando. Mañana me casaba. Y contárselo a la gente no fue fácil. Nada fácil. Mi yo interior me decía que iban a juzgarme. Iban a criticarme. Y no quería eso. Nos casábamos porque éramos felices juntos. Nos amábamos y nos necesitábamos. Y el unirnos para siempre era solo un signo más de nuestro amor. ¿eso era el casamiento no?.
A la persona que menos me costó contárselo fue a Johanna. Su grito a través del otro lado del teléfono fue casi gutural. Luego me pregunto si estaba embarazada. ¿Qué clase de pregunta era esa? Solo le dije que Peeta y yo íbamos a casarnos y me preguntó eso. No lo entendía. Obviamente ni estaba embarazada ni pretendía estarlo en mucho tiempo. Aunque después de eso tuve una pequeña discusión con Peeta. Y estaba confirmado. Peeta pretendía tener hijos.
Y recordarla hacía que la piel se me erizara. Peeta no quería entender que yo no podía tener hijos. No podía condenarlos a una vida de sufrimiento. No podía permitir que sus sueños se llenaran de pesadillas por oír a su madre gritar. O ver a su padre quieto, apretando los dientes con los puños cerrados con fuerza. No, debía entender que eso no podía pasarles.
Sin duda, a quien más me costó decírselo fue a Gale. Sabía que no le gustaría. Que quizás me colgara el teléfono. Pero debía saberlo. Además, había sido mi mejor amigo durante mucho tiempo, me había ayudado y apoyado en los momentos más difíciles. Gracias a él mi vida en el bosque no era tan mala. Y por todo eso quería que estuviese ahí conmigo ese día. No podía dejar de pensar en nuestras pobre conversación de hace unos días.
¿Gale…?
— ¿Katniss? ¿Eres tú? No esperaba una llamada tan pronto…
— ah..sí…
¿ocurre algo?
No…bueno sí…nada malo— no sabía cómo decírselo, como abordar el tema.
Dímelo…me estas preocupando
Sí…sí…—empecé a jugar con el cable del teléfono, nerviosa— Como sabes…Peeta y yo tenemos una relación…intensa…
— Ajam…
— y bueno…él y yo…
¿Éstas intentando decirme que vas a casarte con él?— la boca se me secó
Sí…
Catnip…no te reconozco…
Las personas cambian, maduran Gale…— espeté
Tú has cambiado demasiado.
— Quizás sí, pero no puedes decir eso solo porque no te haya elegido…
no es por eso… Solo es que te echo de menos
— eres tú el que se ha alejado…vuelve…
— sabes que no puedo…
— O no quieres…— suspiré—¿ Vendrás ese día?
No lo sé…— musitó.
— Gale…sabes lo importante que eres para mí. Ojalá…ojalá vengas.
— Katniss…tengo que colgar— sonaba desganado
Adiós Gale…
Gale colgó sin despedirse. Podía apostar que se había enfadado conmigo. Pero no podía evitar ese enfado, que iba a casarme era un hecho. Y aún hoy después de que hayan pasado dos meses desde que tuvimos esa conversación sigue enfadado. No me ha llamado, no me ha escrito, ni si quiera para responder a la invitación a la boda. Y temía no volverle a ver nunca. Gale era mi amigo, y le quería, no quería que se volviera a alejar.
Posiblemente para Peeta lo peor fue cuando se lo tuvo que decir a mi madre. Para mí era una tontería pero él insistió en pedirle mi mano a mi madre. Como si eso fuera a cambiar algo entre nosotros. Aunque mi madre hubiera dicho que no, mis planes con Peeta seguirían igual.
Peeta había cogido el teléfono en un descuido mío y marcó el número de mi madre al instante.
¿Señora Everdeen?— le oí hablar desde la cocina y corrí hacia el salón.
—…— aunque oía el murmullo del teléfono no podía entender lo que decía mi madre.
Sí…soy Peeta… La llamaba para preguntarle algo…importante.
—…— mi madre solo hablo tres segundos.
yo…—Peeta me miró— Quería pedirle la mano de Katniss. Quiero casarme con ella, señora— me ruboricé fuertemente, tenía miedo de la reacción de mi madre.
—…— ésta vez el murmullo en el teléfono duró más que unos pocos segundos.
— Lo sé, señora… Pero usted sabe que voy a cuidarla y protegerla para siempre— Peeta también estaba ruborizándose y empezaba a tartamudear.
—…— el murmullo sonó más fuerte, señal de que gritaba.
Lo haré. Gracias señora Everdeen. Espero que acepte venir.
—…
Adiós…Hasta pronto…
Había sido una conversación pobre. Como todas las que solía tener mi madre desde que Prim había muerto. Quizás hasta había hablado más con Peeta que lo que solía hablar conmigo. Pero eso ya no importaba. Peeta tenía su permiso para casarse conmigo. Aunque para ser sincera, su permiso me daba igual, me iba a casar con Peeta pasara lo que pasara, sin importar si alguien intentaba interponerse.
Esta noche iba a dormir separada de Peeta. Y eso me dolía en el alma, pero al final Annie le había convencido de que daba buena suerte no ver a la novia hasta la ceremonia. O al menos en su distrito se hacía así. Debía repetirme una y otra vez que sería la última noche de mi vida que dormiría lejos de él, que mañana sería solo mío. Solo para mí. Tumbada en mi cama no podía dejar de mirar el anillo de pedida. Era precioso, esperaba que el de casada fuera parecido.
Cerré los ojos dando gracias al cielo de que en el Capitolio no se había enterado nadie.
Mentiría si dijera que no estaba nerviosa, los nervios se acumulaban en mi estomago y mi cabeza. Hacían que ambas partes de mi anatomía palpitaran y se estrujaran proporcionándome un leve dolor. Y no lo entendía muy bien, nada de nuestra vida iba a cambiar. Íbamos a seguir viviendo juntos, durmiendo juntos, abrazados. El seguiría trabajando en la panadería como hacía desde hace 15 días y yo seguiría ayudándole. Nada iba a cambiar.
Unos golpes en la puerta de mi cuarto hicieron que me despertara sobresaltada, no recordaba haberme quedado dormida. Sin esperar una respuesta, Johanna entro en la habitación como un torbellino.
—Despierta descerebrada, tienes mucho que hacer antes de atarte a tu chico del pan
— no lo digas como si fuera una condena…—Bostezo y tengo que entrecerrar los ojos cuando corre las cortinas haciendo que la intensa luz del sol entre por la ventana.
— Es una condena…¿Qué necesidad tenéis de firmar un papel?
— Joanna, se supone que las bodas son románticas…— Recuerdo la boda de Annie y Finnick en el 13. Y aunque una punzada de dolor me contrae al recordarle a él, sus caras en ese momento me dice que merece la pena.
— Bien…pues mueve el culo y a la ducha. Sólo te quedan 3 horas de soltería.
—¿Sólo? La verdad es que tengo ganas de que acabe ya, por mí…solo estaríamos Peeta y yo.
— Ya, te entiendo…
— ¿Me entiendes? ¿Has estado enamorada alguna vez?
— Eso no es para mí descerebrada…Anda, mueve ese precioso culito…
Resoplé y me levante. Me encaminé al baño y evitando mirarme mucho en el espejo me metí en la ducha. Froté mi cuerpo dejando que el agua caliente me relajara. Estaba más nerviosa que el día anterior, mucho más. Salí de la ducha y regrese a mi habitación. Me puse algo cómodo y baje a desayunar.
Por primera vez desde que Peeta había vuelto mi cocina no olía a pan recién hecho, aun así encima de la mesa había una pequeña cestita con bollitos de queso. Sonreí y cogí uno y me puse a preparar dos tazas de chocolate, mientras que Johanna devoraba otro de los bollitos sin ninguna delicadeza.
— Ahora entiendo por qué te casas con él…
— ¿qué?
— esto está delicioso…
—Lo sé— le coloqué una taza frente a ella y me senté a su lado.
— Pareces nerviosa
— Lo estoy, no puedo evitarlo, y ni siquiera se el porqué…
— Las novias suelen estarlo, es normal.
—supongo…
—Venga acaba…— se bebió su chocolate de un solo trago— Te ayudaré a prepararte.
— ¿tú?— Casi me atraganto con el ultimo pedazo de bollo
— Sí, yo. Muévete.
Dejé el chocolate a la mitad y después de lavar lo que habíamos manchado nos dirigimos a mi cuarto. No sabía muy bien lo que pretendía hacer conmigo, y la verdad es que me asustaba un poco. Se sentó en la cama y se quedó mirándome
— ¿Qué tienes pensado hacerte en el pelo?
— Lo quiero suelto, ondulado, como le gusta a Peeta. Nada raro, nada sofisticado. Quiero ser yo.
—Ajam… Me parece bien…— sonreí dando gracias interiormente.
Se levanto y sin decirme nada salió de la habitación para regresar a los pocos minutos con un enorme maletín y una silla. Me obligó a sentarme en esa silla y me exigió que me quedara quieta, para luego empezar a trabajar en mi pelo sin dejar que yo dijera nada.
—No sabía que entre árbol y árbol derribado te dedicaras a la estética— intenté reír pero su mirada me obligo a cerrar la boca.
— yo no me reiría ahora, puedo dejarte calva, encanto…
Carraspeé y dejé que siguiera sin decir nada más. Esa amenaza era suficiente. Pasados unos minutos dejó mi pelo y empezó a embardunarme la cara de maquillaje. Definitivamente esto le quedaba lejos a la alocada y casi masculina Johanna. Me la imaginaba cazando a mi lado, no maquillándome. Era completamente extraño. Se apartó a los pocos minutos. No parecía haber utilizado muchos potingues.
Se aparto satisfecha y ella misma abrió el armario para sacar el vestido envuelto en una funda de plástico. Me acerqué y yo misma bajé la cremallera de la funda. Ante mí se descubrió el vestido perfecto. Era blanco, como era costumbre en el distrito. Y diseñado por Cinna, no podía ser de otra forma. Era el vestido más sencillo de todos los que había diseñado para mi anterior boda falsa. Largo hasta los pies, con el faldón suelto, mientras que el tronco se ajustaba perfectamente a mi cuerpo. Sin tirantes, sin pedrería, el único toque de color se lo daba un lazo a la cintura en modo de fajín de color carbón. Era precioso, ideal para mí.
Dejé que Johanna se fuera y empecé a vestirme. De ropa interior me puse un conjunto de encaje como ya era costumbre, en esta ocasión debía ser completamente blanco. Luego me puse el vestido, aunque tuve que pedir ayuda para abrocharlo de forma correcta.
Miré la hora en el despertador y comprobé que aun me quedaban 45 minutos de espera para ir al Edificio de Justicia. Después de firmar los absurdos papeles podríamos volver a casa a hacer el ritual del tostado del pan. Era lo que yo quería hacer.
Johanna fue a prepararse y aproveché para mirarme en el espejo del baño. Había hecho un trabajo estupendo. El pelo estaba perfecto. Mucho mejor de lo que yo sola habría podido conseguir. Y el maquillaje era natural, nada sobrecargado, nada de lo que asustarse. Podía decirse que estaba guapa. Hasta yo podía reconocerlo.
En cuanto Johanna acabó y confirmo que Peeta ya se había ido nos encaminamos hacia el Edificio de Justicia ante la atenta mirada de las personas. Obviamente pocos de ellos sabían que hoy iba a dar ese gran paso. Las miradas me intimidaban y hacían que las mejillas me ardieran, pero intenté no darle importancia. Yo quería eso, no importaba lo que los demás dijeran.
Al llegar al palacio de justicia mis ojos se fueron directamente a mi madre, estaba en la entrada junto a Effie y Haymitch. Por un momento había temido que no viniera. Y aunque me hubiera gustado reprocharle el que no me hubiera ayudado a arreglarme estaba allí, sabía que era lo único que esa mujer podía darme. Sabía que su amor de madre había desaparecido aquel día cuando la mina explotó llevándose a mi padre. Y quedo enterrado el día que Prim murió. No sé lo que yo era para ella, pero estaba segura que sus sentimientos no eran los que tenían las madres hacia sus hijos. Esta era otra de las razones por la que no quería tener hijos. No quería que un niño viviera sin el amor de su madre.
Mi madre se acerco a mí con pasos cautelosos, como si me tuviera miedo, pero cuando estuvo solo a un par de pasos dibujo una forzada sonrisa en su rostro.
— estás preciosa hija— sentí como titubeaba
—Gracias madre…— conseguí sonreírle un poco. No quería malos pensamientos el día de mi boda.
— Ojalá tu padre y Prim pudieran verte— Mi corazón se estrujó un poco, y sentí que en ese momento estaba haciendo mal en intentar se feliz, teniendo en cuenta todas las muertes que tenia a mis espaldas.
— Lo sé madre— la corté. Era mi día feliz, no iba a permitir que me lo robara.
Por suerte Haymitch se acerco a nosotras y me abrazó con fuerza levantándome del suelo. No me esperaba tanta efusividad por su parte así que solté un pequeño grito que hizo reír a Johanna y a Effie.
—¿Preparada, encanto?
— Por supuesto…Tengo ganas de firmar esos papeles y regresar a casa.
— Quizás sea algo más que solo firmar unos simples papeles…
— ¿Qué?
—Ya lo veras…entremos…
Me ofreció el brazo y se lo agarré suavemente, Mis nervios se agolparon de nuevo en mi estomago, haciendo que se contrajera con un molesto hormigueo. Entramos en el edificio y girando un par de veces en el pasillo entramos en una pequeña sala con unos cuantos bancos colocados en fila, en ellos estaban sentados todos aquellos a los que conocía. Mi gente, mis amigos, por decirlo de algún modo. Y allí, al principio de la sala, junto a una enorme mesa estaba esperándome Peeta. Con su impecable traje de novio. Estaba guapísimo. Esperándome. Sonriéndome.

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