viernes, 18 de enero de 2013

Aprendiendo: Capitulo 36


Disclaimer:The hunger games y la canción "tu cuerpo" no me pertenecen.


Camine del brazo de Haymitch hasta encontrarme a dos pasos de Peeta. Sus ojos brillaban de una forma especial, una forma que pocas veces había visto. Y supuse que era el brillo de la felicidad. Una felicidad que ahora me contagiaba, eliminando los pensamientos de dolor y culpabilidad. Me cogió la mano y me la besó dulcemente, apretándola con suavidad. No pude evitar sonreír emocionada. Ver así a Peeta me embriagaba.
—Estás preciosa, Katniss…
—Gracias…— Noté el rubor en mis mejillas.
El alcalde Carraspeó detrás de la mesa, no había reparado en él hasta ese momento. Le miramos y nos indicó que nos sentáramos en unas sillas tapizadas con lo que parecía ser terciopelo rojo. Peeta se sentó sin soltarme la mano. Parecía tan nervioso como yo.
—Señoras y señores…— empezó a hablar el alcalde, al oírle no pude evitar recordar a Madge—Nos hemos reunido hoy aquí para la celebración de un acto serio, como es el contrato matrimonial entre la Señorita Katniss Everdeen y el Señor Peeta Mellark. A partir de este momento, los cónyuges, están obligados a respetarse mutuamente, vivir juntos, guardarse fidelidad y socorrerse mutuamente— suspiré, eso era lo que llevábamos haciendo desde hace meses— ¿tienen algo que decir?
—Katniss…—Peeta pareció ponerse aún más nervioso. Me tomó la otra mano también y me besó ambas, después carraspeó para aclararse la garganta, y quizás evitar el nerviosismo—Katniss, me entrego a ti este día, para compartir mi vida contigo. Puedes confiar en mi amor, porque es real. Prometo serte un esposo fiel y compartir y apoyarte en tus esperanzas, sueños y metas. Mi corazón estará contigo para siempre. Cuando caigas, te levantaré, cuando llores te reconfortaré, cuando rías, reiré contigo. Todo lo que soy y todo lo que tengo es tuyo desde este momento hasta la eternidad.— No pude evitar que a mis ojos acudieran unas malditas lágrimas de emoción. El amor que sentía por aquel hombre se incrementaba palabra a palabra.
—Peeta…— colocó un dedo sobre mis labios sonriendo.
— Lo sé…— Luego miró al alcalde de nuevo.
—Continuemos…—Nos tendió un libro del que teníamos que leer la promesa de matrimonio
—Katniss…—Empezó Peeta—¿quieres ser mi mujer?
—Si…—mi sonrisa era tal que tiraba de mis mejillas con fuerza— si quiero…—Besé su mano— Peeta, ¿quieres ser mi marido?
—Sí quiero…— Susurró mirándome a los ojos— Katniss, te recibo como esposa y prometo amarte fielmente durante toda mi vida…
—Peeta, yo te recibo como esposo y prometo amarte fielmente durante toda mi vida.
—Ahora…firmad aquí…
El alcalde nos tendió una hoja amarillenta escrita con varios párrafos que no me paré a leer y lo firme sin dudar. Podría estar firmando mi sentencia de muerte que no me importaba. Peeta firmó también sin pensarlo y volvió a agarrar mi mano.
—Ahora los anillos, chico…—le murmuró el señor alcalde.
Peeta sacó una cajita del bolsillo y de ella un perfecto anillo. Como el de pedida, el metal dorado (supuse que oro) estaba labrado con los mismos dibujos de mi llamador de ángeles, pero esta vez, la piedra que lo coronaba no era un diamante, era una perla, una pequeña y perfecta perla. Y eso me gustaba más que el diamante más caro del país, porque la perla tenía un significado para nosotros. Luego me dio la cajita, en ella quedaba su anillo, del mismo color dorado que el mío y con los mismos dibujos, más grueso y sin perla. Dentro pude leer la inscripción "Katniss & Peeta" y la fecha de hoy. Supuse que en el mío pondría lo mismo. Las manos me temblaron levemente mientras que lo deslizaba por su dedo.
Sonreí mirándole y sus labios se posaron contra los míos en un suave y dulce beso que clausuraba la ceremonia oficial. Ahora solo faltaba el Tostado de pan. Sé que el alcalde dijo algo pero mis oídos no le escucharon, todos mis sentidos estaban concentrados en las sensaciones que el beso de Peeta me estaba proporcionando. Cuando nos separamos un aplauso inundó la sala. Y mis mejillas se colorearon de un intenso rojo. No pude evitarlo. Peeta me beso la mano mientras que todos se acercaban a felicitarnos.
Estaba toda aquella gente a la que habíamos invitado. Todos menos uno. Todos menos Gale. Como había supuesto, no había venido, y eso en lo más profundo de mi corazón dolía. Un trozo de mi ser se desgarraba. Mis esperanzas se destruyeron en aquel momento. Pero no podía venirme abajo en ese momento. Ni Peeta ni nadie que se esperaba una bonita celebración se lo merecían.
Después de que cada uno de nuestros amigos nos felicitaran salimos del Edificio de Justicia cogidos de la mano.
—Ya eres mi esposa…— Peeta susurró a mi oído suavemente antes de dejar un suave beso en mi mejilla
—Sabes que hasta que no tostemos el pan no…— Le guiñé un ojo, intentando se seductora.
Caminamos junto a nuestros amigos hacia nuestra casa. Ahora ya podía decir "nuestra" sin ningún miedo. Porque era donde íbamos a vivir juntos. Para siempre. Al llegar a la puerta pudimos comprobar que algunos de los que habían sobrevivido de la Veta estaban decorando el jardín. Colocando mesas, flores, farolillos blancos y demás cosas de fiesta. Todo estaba precioso, todo estaba perfecto. Aquellas personas cuando nos vieron se acercaron a felicitarnos. Extrañamente parecían felices. Sonreían y reían, nos abrazaban. Y nosotros ni siquiera les conocíamos personalmente. Obviamente a todos les conocía de años atrás, de verles en las calles polvorientas, y a algunos incluso les había vendido carne fresca. Por ejemplo, allí estaba la señora Custard. Había perdido a su marido en el mismo accidente en el que murió mi padre. Su hijo mayor había muerto en los Juegos un año antes de ese suceso. Varias veces le había dado carne a cambio de mantas o jerséis de lana que ella misma obtenía de sus escuálidas ovejas. Pero su hija pequeña no estaba. Supuse que no había sobrevivido a la destrucción del 12 y eso hizo que no pudiera mirarla a los ojos aún cuando ella me sonrió y felicitó. Me sorprendió que ella pareciera feliz.
Peeta y yo tuvimos que posar para varias fotos. Aunque a Peeta parecía encantarle yo no lo estaba pasando tan bien. Quería entrar en casa, tostar el pan y relajarme con mi chico del pan, con mi marido.
Cuando por fin pudimos entrar a la casa Peeta me besó tan dulcemente que creí que perdería el conocimiento ante tanta ternura. Su lengua acaricio mis labios y mi lengua con suavidad. Pero pronto reclamé por más. Mi beso se volvió más demandante y cálido. Peeta lejos de apartarse respondió a la intensidad de mi beso pegándome contra la pared de la entrada. Gemí contra sus labios y sus manos que hasta entonces habían estado posadas en mi cintura bajaron hasta posarse sobre mi trasero y apretarlo a través de la tela del vestido. Posé mis manos en sus caderas y le hice que se pegara a mí. Inmediatamente noté que estaba tan excitado como yo. Sonreí contra sus labios y mi mano se dirigió hacia su intimidad. La apretó haciendo que mi chico gimiera contra mi boca.
Pero un carraspeo detrás de nosotros hizo que nos apartáramos rápidamente. Jadeando y excitados. De todas las personas que estaban en la fiesta fue a vernos la persona menos indicada. Mi madre fulminó con la mirada a Peeta. Luego me miró a mí y no tuvo que decir nada para saber lo que quería decir su cara. Enfado, decepción, sorpresa…y un sinfín de calificativos más.
—Debéis realizar el ritual ahora— espetó apartando la mirada.
Peeta y yo asentimos. Él me cogió de la mano y me la beso. Para luego separarse e ir hacia la cocina. Yo seguí a mi madre. El salón estaba decorado con velas y flores. Y olía maravillosamente a madera quemada y carbón. En la chimenea crepitaban estos dos materiales, haciendo que el salón pareciera un autentico horno. Estábamos a finales de agosto y aún hacía calor fuera. Así que aquí el calor era casi insoportable.
Por suerte mi chico del pan se unió a mí enseguida. Volvió a agarrarme la mano y nos acercamos a la abrasadora chimenea. En frente de ésta había extendida una sábana blanca con bordados dorados. En una esquina estaba bordados nuestros nombres y la fecha de hoy. Peeta me ayudo a arrodillarme con una de sus manos ya que en la otra llevaba la rejilla para colocar el pan y el pan envuelto en un paño blanco de seda.
Se arrodilló a mi lado y en cuanto colocó la plancha de metal sobre las brasas, mi madre llamo a los invitados principales. A los únicos que quería que estuvieran en ese momento: Haymich, Johanna, Annie con su bebé, Effie y ella misma. Cuando estuvieron todos a nuestro alrededor comenzaron a cantar la canción de boda.
Peeta sonrió y empezó desenvolver el pan. En cuanto lo hizo me sorprendió que el pan tuviera forma de corazón. Sonreí abiertamente al verlo. Debería haberlo supuesto, Peeta era así de romántico. Cogió el pan por un lado y por el otro lado lo cogí yo y a la vez estiramos para que se partiera por la mitad. El trozo de cada uno no era mucho más grande que la palma de mi mano. Peeta beso el pan y lo colocó sobre la rejilla para que empezara a tostarse. Yo hice lo mismo que él y luego le tomé de la mano y cuando el resto dejó de cantar me acerqué a su oído y empecé a cantarle una canción diferente a las que solía cantar antes, una canción que nunca había cantado. Había esperando el momento oportuno. Esperando este momento.
Despertaré en el diván de tus sueños,
fugaz como un atardecer en invierno,
y reír cerca de ti, arropado junto a mí,
destapando el antifaz, de tu cuerpo.
Besarte es sentir, el calor del infierno,
miradas cómplices, de nuestro juego
y sentarme junto a ti y saber que estás ahí,
está canción te hará sentir…el deseo...
Eres la llama de mi corazón,
la furia que cabalga en mi interior,
estrella que ilumina mi valor,
es tu cuerpo...
Y sentarme junto a ti y saber que estás ahí
está canción te hará sentir… el deseo...
Eres la llama de mi corazón,
la furia que cabalga en mi interior,
estrella que ilumina mi valor,
es tu cuerpo...
Cuando acabé Peeta me miro sonriendo y con los ojos vidriosos, a punto de llorar. Sonreí acariciando su mejilla y le besé dulcemente. Al poco nuestros acompañantes volvieron a cantar la misma canción de amor que estaban cantando antes. Sonreí mirándole a los ojos de muevo, perdiéndome en ellos, y en las lenguas de fuego que se reflejaban en ellos. Luego miré hacia el pan. Con cuidado le di la vuelta y comprobé que estaba tostado ya.
—Ya esta…
—Pues…cógelo…Con cuidado, Katniss…
Asentí y tomé uno de los trozos de pan con la mano intentando no quemarme. Lo sople levemente, la verdad era que los dedos me ardían. Dejamos el pan sobre la sabana unos segundos mientras que la canción acababa y empezaban con otra. Cogí el trozo que me correspondía y lo soplé de nuevo unos segundos, para luego acercárselo a la boca a Peeta. Él mismo me acerco el trozo que él tenía en la mano y mirándonos a la los ojos mordimos los trozos de pan a la vez.
Mi "familia" empezó a cantar más alto, y la felicidad que me lleno por completo. Me perdí en el mar azul de los ojos de Peeta mientras que saboreaba el trozo de pan que Peeta me había dado. Sonreí acabando de masticar y cuando Peeta iba a darme otro trozo una nueva voz se unió al coro.
No podía creerlo, había escuchado mis suplicas, ahora sí que podía ser completamente feliz, Gale, mi amigo, mi mejor amigo estaba allí, a mi lado. Cantando en mi boda. Cuando le sonreí, él me devolvió la sonrisa y pude morder otro trozo del pan. Cuando acabó la canción Peeta y yo nos abrazamos con fuerza.
—Te amo Katniss…
—Te amo Peeta…
No pudimos disfrutar mucho de nuestro abrazo íntimo ya que Haymitch nos abrazó con fuerza a ambos. Al poco nos separamos y Effie llorando me abrazó a mí. Pero yo quería que me rodearan otros brazos. Conseguí que me soltara y me acerque a mi amigo.
—Gale…
—Estas muy guapa Catnip…
—Gracias…
—yo estaría mejor…—señalo a Peeta con la barbilla
—Gale…—le regañé—Basta…
—Bromeaba…
—Ya lo sabía.
Abrió sus brazos y me pegue a su pecho abrazándole, inundando mis fosas nasales con su embriagador olor. Le había echado de menos. Adoraba que estuviera aquí, a mi lado. Compartiendo mi felicidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario